diciembre de 2020
La compañía colombiana Floresa, que fabrica industrialmente distintos productos de aseo, creó un modelo innovador que evita incorporar plásticos de un solo uso en su operación y aminora sus costos hasta en 70 por ciento.
Omnipresentes, viajan de las playas de Indonesia a las profundidades del océano Ártico, surcan el mar hasta llegar al Caribe, ascienden cumbres montañosas y escalan también la cadena alimenticia hasta desembocar en nuestros alimentos… Los desechos plásticos están donde se mire y también donde la mirada humana no llega fácilmente: 99 por ciento de las aves marinas han ingerido algún tipo de plástico, según el Programa de la ONU para el Medio Ambiente. Desde el Eje Cafetero, Floresa, una empresa de aseo colombiana, le apuesta a cambiar este panorama.
“En esa época, hace cuatro años, quisimos tener un hijo con mi esposa y eso me cambió. Ya no pensaba solo en mi vida, estaba pensando en la próxima generación y qué le iba a dejar”, dice Luis Flórez, gerente de Floresa. Desde Dosquebradas, en Risaralda, el empresario cuenta que, tras asumir las riendas del negocio familiar hace siete años, encontró el modo de fusionar economía, medio ambiente y calidad en su operación.
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La idea de renovarse empezó por la necesidad de bajar sus precios para competir directamente con las líneas de aseo de las cadenas de hard discount. En sus investigaciones, Flórez encontró que el envase de polietileno de sus productos representaba alrededor del 60 por ciento de su costo de venta al público, lo que equivale a cerca de 2.000 pesos colombianos. Eliminarlos era, entonces, un paso natural.
En ese proceso, los sachets emergieron como una primera opción. Sin embargo, los vastos y nocivos efectos ambientales del plástico reversaron esa idea. Floresa no quería reforzar un escenario en el que, según un informe del Foro Económico Mundial, si las tendencias de consumo actuales se mantienen, el mar tendrá más plástico que peces en 2050.
¿Qué hacer?
“Cuando tienes una crisis, la economía toca fondo y los mercados se paran, solo queda dejar de pensar y de llenarse de miedo, porque el miedo paraliza, para dedicarse a crear”, asegura Florez.
Así, hace poco más de un año, nació el programa Floresa llena tu tarro, que fue galardonado en la versión más reciente de los reconocimientos Xposible Colsubsidio 2020, realizados virtualmente el pasado noviembre.
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Su funcionamiento es sencillo, pero potente: los clientes llevan un tarro plástico vacío de cualquier tipo a uno de los siete puntos de acopio —3 en Armenia, 2 en Pereira y 2 en Dosquebradas—, donde pueden adquirir, por una tarifa especial, los productos de aseo previamente acondicionados en otros envases reusados.
“La gente llega con una caja de tarros, que antes no valía nada, nos la deja y nosotros le llenamos la caja con nuevos productos en envases reusados en cinco minutos. Además, los clientes pueden recibir una reducción de hasta 70 por ciento sobre el valor de la compra”, explica Florez.
Este programa exige un proceso de limpieza y desinfección profundo, en el que los envases plásticos entran en cuarentena, se esterilizan y son sometidos a pruebas microbiológicas cada cierto tiempo. Por eso, los productos ya están listos para ser entregados a los clientes y no son envasados ni reenvasados directamente en los tarros que traen.
“Para mí es indiferente qué tipo de envase sea porque yo los proceso de la misma manera. Tú me traes un tarro y yo te entrego uno lleno previamente acondicionado”, agrega el Gerente.
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Con esta apuesta, que logró certificarse con el Invima, Floresa ha dejado de producir y desechar 15.000 envases de productos de limpieza mensualmente. “Es un volumen de desperdicios plásticos inmenso, que no cabe en un camión, genera problemas para los vertederos y crea una montaña de desechos que no se va en 400 años” dice Flórez.
Como tantas otras iniciativas, Floresa llena tu tarro debió adaptarse a la nueva realidad creada por la pandemia de COVID-19 para sobrevivir. Lograrlo exigió regular el aforo de personas presentes en los puntos de acopio, que anteriormente brindaban servicios de sala de espera y cafetería, y crear una nueva línea de domicilios, en la que los clientes indican por Whatsapp la cantidad de envases que tienen y los productos que quieren adquirir, y Floresa les lleva el pedido hasta su puerta.
“A la gente le gusta más ver el proceso de recarga porque es más atractivo, pero con la pandemia eso se restringió y esa magia se perdió. Antes se había convertido en un paseo, venía toda la familia y el papá orgulloso le mostraba a su hijo que estaba devolviendo un envase”, explica Flórez, quien espera que la segunda tanda de franquicias de la compañía se instale en Bogotá, Cali o Medellín.
Mutar para sobrevivir no fue algo nuevo para la empresa. Ya lo había hecho 21 años antes, cuando Floresa vivió de primera mano los efectos económicos del terremoto que azotó al Eje Cafetero en enero de 1999.
Ese pasado y la ilusión de crear un mejor futuro derivó en que Floresa decidiera hacer negocios y simultáneamente hacer el bien, entendiendo el impacto beneficioso que su operación puede tener en su entorno más cercano e incluso en mares lejanos.
“Como empresa estamos en un sitio en el que tenemos mucha responsabilidad y a mí me interesa llegar a la masa para generar un verdadero impacto, por eso entrego los mejores precios. Yo no hice esto para enriquecerme, sino para que la gente vea que el tema ecológico no es más caro, sino que trae ahorros y permite cambiar su forma de vida y de consumo”, concluye.
Categoría: Tendencias Inspiración