noviembre de 2020
Más que componentes, la sostenibilidad y la innovación son el corazón de El Alcaraván: suple su demanda energética con una granja solar propia, dejó de emitir 225 toneladas de CO2, redujo en 33% su consumo de agua y su vertimiento de aguas residuales, sembró 2490 árboles nativos y genera 80 empleos directos para habitantes de la zona.
Este hotel, inaugurado en 2019, se ha consagrado como un lugar para reconectar con la naturaleza de Villavicencio, en la vía a Puerto López. Sus 53 hectáreas están vivas, latentes: son hogar de 160 especies vegetales nativas, que dan abrigo y sombra a monos cotudos, monos ardilla, titís tocón, osos hormigueros, armadillos, zorros, ardillas, venados, lapas, nutrias y 144 especies de aves, por lo que El Alcaraván participa en el Global Big Day, el mundial de avistamiento de aves.
Su terreno, que en 90% corresponde a bosques y siembras, aloja una granja solar autónoma, senderos forestales y ecológicos, rutas para cabalgatas, y un lago navegable con una isla central, en donde aves y reptiles circulan libremente.
“Con el hotel no queremos ocupar un espacio en la naturaleza, queremos integrarnos a ella”, explica Andrea Neira, jefe de sección de la Gestión ambiental de Colsubsidio, organización que llevó a cabo este proyecto.
¿Cómo lograrlo? “Nuestra base conceptual frente a la sostenibilidad es grande: entendemos que el medioambiente es un todo del que el humano hace parte”, dice Nicolás Gómez, gestor para las Gerencias de Infraestructura, Recreación y deporte, y Hotelería y turismo de Colsubsidio.
“El Alcaraván nace de un compromiso real con que los impactos económicos, sociales y ambientales de nuestra operación estén equilibrados; maximizar los positivos y reducir los negativos; generar bienestar y aportar activamente al cierre de brechas sociales”, agrega.
Para alcanzar ese objetivo, la principal apuesta del hotel fue crear una granja solar que genera 180 kilovatios mensuales. En promedio, su pico de consumo energético ronda los 170, por lo que El Alcaraván puede abastecerse totalmente de energía limpia aun con su ocupación al máximo —que antes del COVID-19 era de 248 huéspedes, alojados en 63 habitaciones con calentadores de agua solares—.
Como la producción de energía varía según las condiciones climáticas y la intensidad lumínica, el hotel sigue integrado al sistema eléctrico local para garantizar su operación. En días nublados, se surten de la electrificadora y en temporadas soleadas, le entregan a la empresa la energía solar que no utilizó El Alcaraván.
“Lo que hacemos es tener un cruce de cuentas con la empresa: lo que consumió el hotel de la electrificadora versus la energía excedente que generó nuestra granja y que trasladamos a su red eléctrica para que no haya ninguna pérdida. Así, hemos tenido un ahorro de hasta 40%”, explica Nicolás.
Los resultados de la granja, construida con el apoyo de Enel – Codensa, son avasalladores: se ha dejado de emitir 225 toneladas de CO2, lo que equivale a haber sembrado 19 hectáreas de árboles nativos, es decir 16.000 árboles.
“La monitoreamos diariamente con un software asociado a la calculadora de emisiones y gases de efecto invernadero de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos – EPA, que nos permite saber en tiempo real cuál es su comportamiento: cuántas toneladas de CO2 estamos reduciendo y a cuánto equivale eso en términos de televisores apagados o árboles sembrados”, dice Andrea.
La iniciativa ha encontrado acogida en nichos específicos: “Desde el sector académico, nos ven como una fuente de conocimiento teórico y práctico. Universidades y colegios son bienvenidos al hotel porque esta iniciativa sirve para replicar y compartir el conocimiento, para que otros se den cuenta de que la sostenibilidad con buenos resultados sí es posible”, asegura la ingeniera.
Aunque su modelo de energía limpia es suficiente para catapultar al hotel como pionero de la sostenibilidad turística, El Alcaraván va más allá: ha reducido en 33% su consumo de agua potable —9.000 metros cuadrados anuales— y de agua vertida, que se reaprovecha en el riego de zonas verdes.
También redujo en 57% la generación de residuos peligrosos y, en 2019, aprovechó cerca del 80% de sus desechos: 93 toneladas que no se convirtieron en relleno sanitario y casi 10 que pasaron a ser compost.
Adicional a sus zonas verdes externas —2490 árboles nativos de 160 especies diferentes— el hotel tiene su propio vivero con 2683 individuos vegetales de 69 especies. “Robustecemos y diversificamos las zonas de bosque que tenemos en el predio. Así, además de apostarle a lo forestal, enriquecemos el componente de fauna ya que esto se convierte en un corredor importante para muchas especies animales”, comenta Nicolás.
Además, en el frente económico, emplea directamente a 80 personas y genera ingresos para proveedores locales: aquellos que trabajan, por ejemplo, realizando visitas guiadas para ver delfines rosados.
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Este modelo, de una inversión de 1.250 millones de pesos, le valió a El Alcaraván ser premiado por el Pacto Global Red Colombia por su contribución al logro del Objetivo de Desarrollo Sostenible 13: acción por el clima.
El Alcaraván es una meta, un punto de llegada: materializa esfuerzos, estudios y preparaciones de una idea que nació en 2016 —en la Alta Dirección de Colsubsidio, encabezada por Luis Carlos Arango Vélez— con la intención de aprovechar la intensidad lumínica de esa zona geográfica.
Sin embargo, el hotel también es un punto de partida: “Trabajamos para desplegar esta iniciativa y desarrollar otras similares en todas nuestras unidades de servicio más allá de la recreación, el turismo y la hotelería”, concluye la ingeniera.
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