marzo de 2021
La capital sueca se llevó el primer puesto en los World Smart City Awards 2019. ¿Qué convierte a Estocolmo en la ciudad más inteligente del mundo? En entrevista con Xposible Colsubsidio, Östen Ekengren, presidente de Smart City Sweden, entrega las claves.
Manejo de residuos y lodos, conservación del agua, producción y consumo sostenible. Esos son los frentes que, durante cuatro décadas, ha trabajado Östen Ekengren, presidente de Smart City Sweden, de la Cámara Científica para el uso de Tecnologías Limpias de Estocolmo y de la Red Tecnológica Para el Medio Ambiente Europeo.
En conversación con Xposible Colsubsidio, el experto cuenta qué factores convergen para hacer de Estocolmo la ciudad más inteligente del mundo y cuál es el rol protagonista del sector privado para garantizar un mejor mañana.
XC: ¿A qué se refiere el concepto de Ciudad Inteligente y cómo se ha trabajado desde Smart Cities Sweden?
Östen Ekengren: Es un concepto que se originó en Suecia, en 2010. Establecimos que la meta era tener ciudades sostenibles, pero aún no podemos decir que alguna lo sea porque una ciudad sostenible debe cumplir con todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible y aún estamos lejos. Decidimos hablar mejor de ciudades inteligentes, que son mucho más que digitalizadas porque la inteligencia no puede ser únicamente digital. Es una ciudad que quiere ser sostenible y en la que los líderes, la industria y los ciudadanos tratan de lograr juntos ese objetivo porque si uno de los tres actores fracasa, no funciona.
XC: ¿Cómo se han materializado estas ideas en Estocolmo?
ÖE: El punto de partida fue la reunión de las Naciones Unidas, en 1972, que se llevó a cabo en la ciudad. Ahí se creó la conciencia de la necesidad de cambio y, desde entonces, hemos minimizado las emisiones en 70 por ciento, aumentado la calidad de nuestro aire y creado un mejor sistema de transporte.
En esa década también tuvimos la crisis del petróleo y cambiamos la forma de calentar y enfriar las casas. Reemplazamos un sistema individual de cada hogar, que funcionaba con carbón o petróleo, por uno distrital, que conecta a toda la ciudad por medio de tuberías, en el que aprovechamos los desperdicios y residuos domiciliarios, agrícolas e industriales para transformarlos en combustible.
XC: ¿Qué hicieron puntualmente con el transporte?
ÖE: Ese ha sido un aspecto determinante. Pusimos metro subterráneo y pasamos los buses a biogás, biodiesel, bioetanol y, cada vez más, a sistemas eléctricos. En los últimos años, hemos introducido los carros eléctricos y los combustibles alternativos.
También creamos nuevas áreas que tienen cifras muy buenas en términos de huella de carbono: cada barrio compite con el resto de la ciudad, utilizando mejores materiales de construcción y soluciones alternativas. Estamos instalando equipos que clasifican la ropa para que las mejores fibras se reciclen. Y queremos reciclar más: el 20 por ciento de los residuos orgánicos se utilizan para generar combustible, otro 30 por ciento se recicla, pero falta aprovechar más un 50 por ciento que seguimos quemando.
XC: ¿Qué elementos han sido claves para desarrollar a Estocolmo como Ciudad Inteligente?
ÖE: Lo primero que se necesita es un liderazgo político que realmente quiera desarrollar una ciudad en la dirección correcta. La tecnología es muy importante, así que el sector industrial debe involucrarse. Clasificar y reciclar residuos, por ejemplo, exige tener en cuenta a la industria que produce los incineradores y la tubería necesaria.
Usualmente hay que utilizar una solución por varios años para que sea una referencia, pero si uno desarrolla una nueva nadie quiere usarla porque no tiene un historial. Ahora en Suecia queremos que la ciudad sea más proactiva al comprar la solución a nivel piloto para probar si funciona y ajustarla. Debido al cambio climático que estamos enfrentando, es crucial la simbiosis y la sinergia entre la industria, la academia, las ciudades y los proveedores de tecnología.
XC: ¿Cómo se articulan el sector público, el privado y la academia?
ÖE: La investigación en Estocolmo cada vez se basa más en la demanda: si quieres investigar algo debes demostrar que la ciudad y la industria están involucradas. Si uno de esos tres actores no está interesado en ese tipo de investigación, no se financia. Así la investigación está más orientada hacia lo que quiere la ciudad en términos de desarrollo y el proveedor de tecnología también sabe que si crea una solución inteligente, la ciudad estará interesada en comprarla.
Por otro lado, para cambiar el comportamiento debemos educar continuamente y dar incentivos para comportarse de la manera correcta: si clasificas bien los desperdicios pagas menos y si lo haces mal puedes ser sancionado. La educación empieza con los niños, así que les enseñamos cómo comportarse y ellos son los mejores maestros de sus padres.
También tenemos capacitación continua. Cuando compras un apartamento, por ejemplo, eres parte de una organización muy activa, fuerte e independiente que facilita que las cosas cambien: los propietarios se reúnen para discutir cómo minimizar sus consumos, instalar paneles solares en edificios, pensar cómo el transporte público electrificado puede pasar por su barrio, comprar carros eléctricos y adecuar espacios para cargarlos.
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XC: ¿Cómo pueden aportar los ciudadanos a la transformación positiva de sus ciudades?
ÖE: El primer escalón es clasificar los residuos y conocer el impacto de la actividad personal diaria sobre las emisiones: qué tipo de transporte y combustible usar, qué hábitos de consumo implementar y qué alimentos comer. Pero hay restricciones: si quieres tener otro sistema de transporte no puedes cambiarlo solo, pero puedes influenciar a los líderes políticos para que lo hagan.
Hay dos niveles diferentes de influencia: uno es a nivel político y otro es a nivel personal. Es importante ayudar a los demás a entender esto. Greta Thunberg ha cambiado la mentalidad de millones de personas simplemente hablando.
XC: En esta transformación de Estocolmo, ¿han cambiado las necesidades de los ciudadanos?
ÖE: Sí, mucho, cambian todo el tiempo. Durante este último semestre la necesidad de compras electrónicas ha aumentado y han disminuido las visitas a los centros comerciales por la pandemia. En general, se puede decir que la gente se está educando más, sabe más del medioambiente, del cambio climático y de cómo su propio comportamiento afecta estas cosas. Aquí no compran algo que contamina, pero al mismo tiempo 30 por ciento de la comida se desperdicia, la mitad de la ropa se convierte en residuos y los computadores y los equipos electrónicos tienen una vida muy corta. Es una contradicción: somos inteligentes al comprar, pero el consumo que hacemos es demasiado alto para poder cumplir con las metas del cambio climático.
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XC: Estocolmo planea tener una huella de carbono neutra para 2030, ¿Cómo lograrlo?
ÖE: Estamos discutiendo aún porque este acuerdo se firmó apenas hace un par de semanas, pero en principio es claro que hay que implementar planes para los diferentes sectores. Vamos a ver cómo nos va, pero no es irrealista: las fuentes de energía que tenemos no están basadas en carbón o petróleo.
Sabemos bien de dónde vienen las emisiones y para Estocolmo el aspecto más problemático va a ser el transporte: cómo alejarse de la situación que tenemos hacia una donde no haya ningún tipo de emisiones. La idea es tener más metros subterráneos, más buses y carros eléctricos, más combustibles alternativos y más bicicletas, porque desde 1972 cometimos el error de construir Estocolmo más para los carros que para las bicicletas.
También queremos estimular el uso de los canales de agua para el transporte y acercar mucho más las oficinas a las residencias para que no haya que desplazarse por muchos kilómetros.
XC: ¿A qué deben apuntar las ciudades del futuro en temas de calidad de vida?
ÖE: Al pensar en calidad de vida se piensa en la calidad del aire y del agua, en que haya comida en la mesa, en los seguros, en la educación de los niños y en el cuidado de los ancianos. En muchos temas conectados, pero que dejan uno por fuera que es cada vez más importante: la necesidad de las áreas verdes, la cultura, los teatros, los cines, los restaurantes, etcétera.
Cuando se llega a un nivel económico bueno, hay que pensar en otros valores. La gente escoge las ciudades inteligentes más por los factores sociales que por los ambientales. Esto está conectado con el hecho de que no beneficia a nadie vivir en un sector demasiado homogéneo: la idea en los nuevos barrios residenciales es tener personas de ingresos altos, medios y bajos viviendo en la misma área.
La pandemia de COVID-19 ha sido realmente una amenaza para la vida urbana porque, en principio, las ciudades son atractivas justamente porque hay una red social fuerte, que se ha visto destruida por el virus.
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