noviembre de 2020
Cierres de fronteras, cambios en la demanda energética y en los patrones de consumo, restricciones de movilidad y la imposición del teletrabajo… ¿Cómo se traduce la combinación de estos factores para empleadores, colaboradores y el medio ambiente?
La petición mundial por la flexibilidad, reforzada por la pandemia, parece haberse instalado de manera definitiva en la vida cotidiana: para finales de 2021, cerca de la tercera parte de la fuerza laboral optará por el teletrabajo varios días de la semana, según un análisis de Global Workplace Analytics. Una medida que también busca hacer frente al uso ineficiente de recursos físicos, económicos y medioambientales, ya que los empleados no están en su puesto de trabajo durante el 60 por ciento de su jornada.
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El informe, además, sugiere que un escenario profesional semejante tendría efectos profundos en la calidad de vida de los trabajadores, en la atracción y retención del talento, en el espacio físico de las oficinas, en el ahorro económico para empleadores y colaboradores, y, por supuesto, en el medio ambiente:
- 30 mil millones de dólares diarios han ahorrado los empleadores estadounidenses debido a las iniciativas de trabajo remoto durante la pandemia.
- 11.000 dólares anuales es el ahorro estimado de los empleadores por cada colaborador teletrabajando medio tiempo.
- Entre 2.500 y 4.000 dólares anuales es el ahorro estimado para los colaboradores por teletrabajar medio tiempo.
“No existe una forma más fácil, rápida y económica de reducir la huella de carbono que reduciendo los viajes diarios”, concluye en el documento Kate Lister, presidente de Global Workplace Analytics.
¿Suma el teletrabajo al medio ambiente?
“Las emisiones globales diarias de diversos contaminantes atmosféricos, principalmente el dióxido de nitrógeno y el material particulado, disminuyeron significativamente en todo el planeta. Incluso se estimó que las emisiones de dióxido de carbono bajaron 26 por ciento en promedio, en los países considerados individualmente”, asegura Dayana Agudelo, doctora en sensoramiento remoto de la calidad del aire y docente de la Universidad del Norte.
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Por su parte, Tatiana Céspedes, vocera del área de campañas de Greenpeace Colombia, destaca que el confinamiento evidenció la relación directa que existe entre los hábitos cotidianos de las personas y las emisiones generadas en las ciudades, que corresponden a un 70 por ciento del porcentaje global.
“Hicimos un seguimiento de contaminantes criterio (material particulado PM10 y PM2.5, dióxido de azufre, dióxido de nitrógeno, ozono troposférico y monóxido de carbono) en el aire y vimos que efectivamente disminuyeron con la cuarentena: en las tres primeras semanas bajaron entre 27 y 35 por ciento. Tras el fin de las restricciones de movilidad, las emisiones dentro de Bogotá habían mermado cerca del 48 por ciento”, dice.
En ese sentido, el teletrabajo ha sido un factor positivo en términos ambientales y económicos, pero también para la salud mental y física. “Al no estar expuestos a estos contaminantes prevenimos enfermedades respiratorias, y al no desplazarnos ahorramos cerca de 191 horas en trayectos urbanos, lo cual mejora notablemente la calidad de vida”, asegura Céspedes.
Sin embargo, el caso de Colombia es complejo. “Aunque en Bogotá y Medellín se alcanzaron los niveles más bajos de contaminantes como PM 10, PM 2.5 y dióxido de nitrógeno durante los aislamientos estrictos, los beneficios de la calidad del aire fueron anulados parcialmente por un evento de polvo en el Sahara y por el impacto de las múltiples quemas de biomasa”, explica Agudelo.
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Según la doctora, la disminución de monóxido de carbono, que se evidenció durante la cuarentena en ciudades como Barranquilla, puede tener una relación con el teletrabajo y la disminución del tráfico, ya que este contaminante es emitido directamente por los vehículos a gasolina.
Es importante pensar la sociedad como un todo: la mejora en la calidad del aire se dio también gracias a otras estrategias como el cierre de aeropuertos y terminales, lo que permitió dimensionar el efecto que tienen aviones, camiones y vehículos de carga.
Esto también evidenció que son vitales las soluciones “enfocadas en la transición energética a fuentes renovables que no emitan contaminantes atmosféricos, así como plantear opciones reales de movilidad sostenible en todas las ciudades, incluyendo medidas flexibles de horarios, jornadas y teletrabajo”, agrega Agudelo.
Aunque el impacto concreto del teletrabajo sobre el medio ambiente es difícil de calcular al tener en cuenta otros factores relevantes, como la ausencia de la flota aeronáutica y las quemas de biomasa, esta pandemia ha traído la oportunidad histórica de recomenzar desde la sostenibilidad, con más conciencia de que los hábitos cotidianos sí tienen el poder de proteger y preservar el hogar común.
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