enero de 2021
Los desarrollos tecnológicos de las últimas décadas han permitido el crecimiento de modelos de trabajo disruptivos como el de la economía gig. ¿Qué significa y qué implica para los trabajadores y las compañías?
Para entender el término de economía gig es preciso remitirse al de economía colaborativa. Podría decirse que este segundo, con mucha más difusión y celebración mediática, condensa un modelo que nació gracias a desarrollos tecnológicos como internet.
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Así, desde la primera década del siglo XXI, muchas empresas pudieron ofrecer plataformas digitales que conectan la oferta y la demanda en diversos sectores como el hospedaje y el transporte. Un claro ejemplo de modelos de economía colaborativa son las compañías Airbnb y Uber.
En un artículo para el World Economic Forum, April Rinne, una consultora experta en este tipo de modelos, resalta la importancia de diferenciar los conceptos y explica: “La economía compartida se enfoca en compartir activos infrautilizados, que se pueden monetizar o no, y que buscan brindar eficiencia, sostenibilidad y comunidad. La economía gig, en cambio, se enfoca en la participación de la fuerza laboral y la generación de ganancias a través de proyectos independientes o tareas para las que el trabajador es contratado”.
Más allá de las definiciones, las líneas entre ambos términos son delgadas. En todo caso, se podría decir que la economía gig hace parte y es una consecuencia del ecosistema de las economías colaborativas.
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Una alternativa que se consolidó
Una de las reflexiones más llamativas en el análisis Retos y posibilidades de la economía colaborativa en América Latina y el Caribe, del Banco Interamericano de Desarrollo, es que no es casualidad que las economías colaborativas se hayan disparado poco después de la crisis financiera de 2008.
“Pese a que la tecnología ya estaba lista para ser aplicada a procesos de intermediación de redes entre iguales, desde comienzos de la década del 2000 la crisis financiera terminó de crear las condiciones exógenas necesarias para estimular su crecimiento acelerado”, se explica en el documento.
Dentro de esas condiciones necesarias, se destaca que ante el crecimiento del desempleo las personas y los inversionistas estaban predispuestos a buscar nuevas alternativas de ingresos y negocios. Varios años después, el éxito de este modelo ha sido notorio en el mundo: de acuerdo a la consultora PwC, mientras que en 2015 los ingresos de las compañías de economías colaborativas llegaban a los 15.000 millones de dólares, los análisis indican que para el 2025 serán de unos 335 mil millones de dólares.
Sin embargo, a pesar de que para las empresas de este ecosistema las proyecciones son cada vez más prometedoras, el nacimiento de los denominados gig workers, una modalidad que oscila entre una nueva forma freelance de trabajo y la precariedad laboral, ha sido uno de los grandes temas de discusión.
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Trabajar en una economía gig
El término gig hace alusión a los pagos por presentaciones que recibían antes los músicos de jazz. Hoy, precisamente, el auge de las plataformas colaborativas ha creado espacios para que, a través de internet, los trabajadores de diversas áreas puedan conseguir tareas o labores por las que reciben un único pago.
De esta manera, se ha desarrollado una nueva generación de freelancers que pueden decidir cuándo y qué tanto trabajar. Visto desde otra óptica, la economía gig posibilita también a las empresas a contar con mano de obra de acuerdo a su demanda.
En Estados Unidos, uno de los países pioneros en este tipo de modelos, estas alternativas han tenido gran acogida. De acuerdo con Upwork, actualmente en ese país hay más de 57 millones de freelancers; con las nuevas plataformas y posibilidades, se estima que para el 2027 esa cifra llegue a los 86 millones.
Pero hay otro dato que revela la importancia de este modelo, y que muestra que más que una alternativa se está convirtiendo en la primera opción para muchos. De acuerdo con Edison Research, el 44 por ciento de los gig workers en Estados Unidos dicen que su trabajo en este modelo es la principal fuente de ingresos.
Sin embargo, el recrudecimiento de las crisis de empleo y otras dificultades en el crecimiento de la economía, incluyendo la pandemia, han puesto en evidencia los retos de este modelo.
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De acuerdo con el documento Organizing on-demand, de la Organización Internacional del Trabajo, los gig workers tienen que desempeñarse “con limitaciones en sus protecciones sociales y laborales, lo que es relevante a medida que estos trabajadores confían más en las plataformas como su principal fuente de ingresos”.
Un reciente artículo del Financial Times relató las precarias condiciones de los estadounidenses que trabajan llevando pedidos con aplicaciones de domicilios como Instacart, DoorDash o Amazon Flex: 16 horas diarias de trabajo con una remuneración que no es suficiente para subsistir.
En Colombia, la discusión no es muy distinta. De acuerdo con una encuesta realizada por el Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario a trabajadores de una de las aplicaciones de domicilios más grandes del país, apenas el 46,1 por ciento de encuestados dijo estar afiliado al sistema de salud; además, apenas el 6,6 por ciento dijo estar cotizando pensión.
Los retos
Para David Ortiz y Julio César Daly, investigadores de la Facultad de Economía de la Universidad del Externado, en su artículo Es hora de regular la economía colaborativa, uno de los grandes retos para seguirle el paso al crecimiento de modelos como estos es una regulación que se adapte a las particularidades del modelo, como la flexibilidad horaria o la inexistencia de un contrato laboral tradicional.
Para ambos expertos, esa regulación no tiene necesariamente que apuntar a obligar a las empresas a comportarse como un empleador tradicional, sino que debe buscar un equilibrio entre la repartición de cargas entre plataforma y colaborador. Para eso, dicen, esa legislación laboral debe contemplar el trabajo por horas.
No se puede desconocer que esta nueva modalidad laboral abre oportunidades para muchos en medio de un panorama económico tan incierto como el actual. Además, hace parte de los cambios inevitables ligados a la transformación digital. Sin embargo, también plantea el desafío de adaptar la ley y la regulación a esta nueva dinámica, garantizando que los trabajadores de este sector tengan condiciones laborales justas y la protección social necesaria.
Categoría: Tendencias Herramientas Sostenibilidad