octubre de 2020
La llamada Cuarta Revolución Industrial (4IR) ha tocado profundamente la estructura y el funcionamiento de la universidad tal como se conoce. Hablan expertos del sector.
El profesor italiano Nuccio Ordine hizo una pequeña revolución en la manera de entender la educación con su manifiesto La utilidad de lo inútil, publicado en 2013. Entre otras cosas, el académico defendía la felicidad de aprender y estudiar sin condicionarse por la utilidad del conocimiento.En una entrevista con el diario El País, Ordine dijo lo siguiente: “El mercado te exige hoy una cosa que en 6 años ya es válida. Las profesiones y los oficios nacen y desaparecen a toda velocidad. Pero en la enseñanza y el aprendizaje en profundidad, los plazos son de 20 o 25 años. ¿Y cómo vas a aplicarle a la enseñanza una lógica de mercado si a los 25 años absolutamente todo habrá cambiado?”.
Estas palabras son perfectas para pensar en la utilidad de la universidad en el presente. Un tema que es necesario analizar a la luz de algunas percepciones que indican que, en los últimos años, se ha disminuido el número de estudiantes matriculados en estas instituciones.
Por ejemplo, “hay que tener en cuenta la transformación de la llamada 4RI, que pronostica rupturas en los modelos económicos y de negocios como se han conocido hasta ahora, y elementos como la automatización que desplazará muchos oficios”.“Estos datos hay que analizarlos desde diferentes factores”, dice el rector de la Universidad de la Sabana y presidente de la Asociación Colombiana de Universidades (Ascún), Obdulio Velásquez Posada.
Rupturas que, desde luego, ya ocurren y suceden aceleradamente, como lo plantea Ordine en la cita inicial, y tocan profundamente la estructura y el funcionamiento de la universidad tal como se conoció durante el siglo XX.
Ahora, que bajen las matrículas en una universidad, la misma que esperaba otro número de matriculados, provoca reflexiones dentro de esa institución que también deben plantearse a nivel general, de país, cómo comprender mejor la situación actual de la educación superior. En ese sentido, la primera pregunta que surge es: ¿la universidad, teniendo en cuenta la velocidad en los cambios industriales actuales, siguen siendo una opción pertinente para muchos jóvenes?
Esto pensando en experiencias como Silicon Valley, en California, que concentra una gran parte de la industria tecnológica. Un lugar donde —como lo planteó el director del Sena, Carlos Mario Estrada, durante la pasada Cumbre Líderes por la Educación 2018—importa más el saber que tiene una persona, que sus diplomas; por lo que, según sus palabras, es urgente “realizar una profunda reflexión para ver dónde nos enfocamos: en el cartón o en el conocimiento”.
“Realmente se ha venido dando alguna disminución”, dice Carlos Felipe Londoño, rector de la Universidad EIA, en Medellín. Pero, aclara, “hay muchas lecturas que deben hacerse”.
La primera, y la más evidente, es que hay más ofertas en el mercado que hace unas décadas, razón por la que algunas universidades privadas experimentan estas reducción en sus matrículas.
Otra lectura, como lo dice el rector de La Sabana, es analizar el aspecto demográfico: “Sí, hay programas en los que esperabas cierto número y llegó otro, pero pueden ser cambios piramidales poblacionales. Nacen menos niños, y eso sí va a ser un impacto definitivo. Va a ver menos jóvenes en el futuro”. Y este factor, según el rector de la EIA, sí es fundamental para las universidades privadas, porque teniendo en cuenta los estratos que ingresan a ellas (4, 5 y 6) son grupos poblacionales que cada vez tienen menos hijos. Además, estas familias ahora consideran “oportunidades en otros países para la formación profesional. Por lo que ya no tenemos una competencia local sino global”.
Por otro lado, para Francisco Piedrahíta Plata, rector de la Universidad Icesi, de Cali, el tema demográfico no es fundamental para la reducción en las matrículas dentro de las universidades privadas que ha ocurrido en el último año. Aunque pueden existir muchos factores, dice, que están estudiando desde la universidad, hay dos muy importantes que posiblemente están influyendo.
“Factor uno, muy obvio, es Ser Pilo Paga. Después de que el Gobierno le puso cupos a las universidades privadas, la población se cayó en una tercera parte. Y este año también se complicó por un problema de datos, por lo que a la fecha más o menos 40% de los beneficiarios de Generación E no se pudieron matricular y quedaron para el segundo semestre. Y el otro problema, más delicado, es el del Icetex, porque el Gobierno pasado lo maltrató, y en este momento tiene un problema de imagen muy serio y el nuevo Gobierno está luchando con eso. En la primera década de este siglo, Icetex experimentó una transformación valiosísima que facilitó el acceso al crédito y disminuyó sus costos. Pero en los últimos años eso tuvo problemas porque se cambiaron las reglas de juego, las tasas de interés. No conozco el problema a fondo, pero sí hay un problema de imagen y la gente ya no ve esa institución como una opción. Un factor que nos afecta a nosotros”.
Estos factores juegan y afectan de diferentes maneras en cada institución. Y, por supuesto, plantean retos distintos. Por ejemplo, todas las instituciones deben preguntarse por la extensión de las carreras, que en países como Estados Unidos ya se vienen replanteando, o en el caso de algunos europeos, como Polonia, que redujo a cuatro años la formación universitaria.
Y aceptar que “el mundo cambia, el mundo no es igual, los jóvenes de hoy no son iguales a los de hace 20 años. Y que actualmente hay creencias que plantean que no hay que ir a la universidad y que esta se puede suplir por formaciones más rápidas, de menos rigor. Aunque creo que no es el factor más alto relacionado con la reducción de las matrículas”, en palabras del rector de la EIA. Sin embargo, “las universidades tenemos que dar respuestas a esos jóvenes que no van a tener oportunidad de esperar a estudiar cinco años, para que tengan una vida profesional promisoria”.
Según Velásquez, presidente de Ascún, en la actualidad existe una mayor consciencia de que “se pueden hacer carreras técnicas y tecnológicas que ofrecen igualmente un desarrollo laboral interesante. El Sena, por ejemplo, no tenía un gran atractivo hace décadas pero hoy sí lo tiene, con casi un millón de jóvenes matriculados”.
Una población estudiantil que va en aumento, y que parece ser una opción pertinente para un mundo cada vez más tecnológico. Y esta quizá sea una de las razones por las que en países desarrollados este tipo de formación sea el más buscado, diferente a la proporción colombiana. Por ejemplo, en Australia 65% de los jóvenes prefiere ir a los institutos tecnológicos a aprender artes y oficios, y solo el 35% sigue una carrera universitaria.
A pesar de este panorama, hay algo cierto: la población universitaria en Colombia ha venido en aumento. Si en el año 2000 solo 22 o 23% de los bachilleres ingresaron a una institución de educación superior, hoy lo hace 57%. Sin embargo, muchas cosas han cambiado en estas casi dos décadas, cambios que en otros tiempos necesitaban siglos.
La explosión digital ha transformado casi todos los sectores de servicios y de producción, lo que ha abierto nuevas perspectivas de formación y trabajo a las nuevas generaciones. La universidad, como lo plantea Obdulio Velásquez, no pierde su vigencia, pero sí deberá transformarse dentro de “una sociedad altamente tecnologizada donde lo más valioso va a ser lo humano. Las humanidades van a ser muy importantes. Por ejemplo, con la naturaleza, para entender qué es, reflexionar sobre el medioambiente, el cambio temático, el hombre. Se van a necesitar personas que sepan reflexionar más allá de los procesos técnicos”.
En definitiva, es probable que no estemos ante una transformación profunda de la idea de universidad, pero sí ante una época en la que a esta institución centenaria se la exigirá cambios rápidos y efectivos ante las innovaciones del mundo. Lo que le supondrá reevaluar tiempos de estudio y ofertas. Y comprender que existe una nueva generación expuesta a una estimulación constante de información que aprende de manera acelerada muchos procesos técnicos; y en este sentido, es posible que deba adecuar metodologías para brindar formaciones rápidas, muy especializadas.
Pero que estará llamada, más que nunca, a ampliar y profundizar en las habilidades blandas, que parecen un gran valor laboral en este siglo que corre (aquellas que le permiten a una persona destacarse de otra, como pensamiento crítico, sentido común, sentido del humor, trabajo en equipo, creatividad, organización y buena comunicación). Características en que solo las humanidades pueden tener un rol importantísimo, con una educación profunda, como Ordine y otros humanistas lo advierten. Un campo donde probablemente estará la gran diferencia de la universidad con respecto a otras instituciones. Donde reside y residirá su potencial presente y futuro.
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