diciembre de 2020
Desde distintas orillas, expertos reflexionan sobre cómo la pandemia ha transformado a los distintos ecosistemas de innovación. Una idea común hila sus discursos: el camino hacia la recuperación es disruptivo.
Volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad —VUCA, por sus siglas en inglés—. Esa parece ser la consigna actual de la cotidianidad. Ahora más que antes, debido a la pandemia de COVID-19. Sin embargo, los desafíos profundos de esta época pueden traer también nuevos horizontes. “La incertidumbre es un ámbito excepcional para la innovación y la creatividad. Sin incertidumbre, tendemos a volvernos frágiles y vulnerables”, aseguró Brigitte Baptiste, rectora de la Universidad EAN, en el pasado Foro de Sostenibilidad Colsubsidio.
“La búsqueda de la certeza, incluso desde la ciencia, siempre ha sido un elemento cuestionable. Estabilidad y certeza son buenas en pocas cantidades”, agregó Baptiste. Esa idea de que en las tinieblas brilla más la luz no es nueva. De hecho, está plasmada en culturas milenarias.
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En palabras de Masaaki Imai, creador del Método Kaizen: “Cuando uno escribe crisis en caracteres chinos, forma ‘Ki Ki’. La primera ‘Ki’ quiere decir catástrofe y la segunda ‘Ki’ oportunidad. Puestas juntas significan crisis. El concepto sería: si uno tiene una crisis puede convertirla en una nueva oportunidad”. ¿Cómo está la relación entre crisis y oportunidad en los ecosistemas de innovación?
Responder a este interrogante, implica pensar los distintos matices que lo conforman. Por un lado, está la preponderancia de la inmediatez para sobrellevar la urgencia de la COVID-19. Un aspecto que puede no favorecer a la innovación, según Pascual Parada, Chief Innovation Officer de IEBS Business School.
“Empresas, instituciones, gobiernos, universidades y personas se han visto afectadas. Las grandes empresas han detenido parte de sus proyectos de innovación mientras que las pequeñas y medianas han apostado por ella como única salida. El foco de los gobiernos ha sido a corto plazo, pero la innovación se da a largos términos. Las universidades ven en peligro su valor, pero por su propia estructura no han planteado cambios disruptivos. La preocupación de las personas también es la supervivencia a corto plazo. Por estas razones, esta es también una crisis de innovación”, explica.
Por otro lado, está el hecho de que la pandemia en sí misma ha sido disruptiva, por lo que puede funcionar como un catalizador. “Los procesos de innovación se han acelerado. Esto ha resaltado tanto la importancia de innovar como las dificultades que derivan de no hacerlo”, dice Juan Carlos Briceño, docente de ingeniería biomédica y de la maestría y el doctorado Nodo de Innovación de la Universidad de Los Andes.
Para Briceño, un ejemplo concreto de la fuerza que ha dado la pandemia a la innovación es el desarrollo de canales electrónicos de ventas y distribución. Otro caso interesante es el de la creación de dispositivos médicos, que puede tomar hasta siete años en circunstancias normales, pero que, por la necesidad aumentada de la COVID-19, derivó en productos que en siete meses ya están siendo ensayados clínicamente.
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En ambos escenarios, la colaboración juega un rol clave: “La labor más importante en cualquiera de estos ecosistemas es que cada parte exista y funcione por sí misma. No se trata de que un solo actor haga, recorra y aprenda todo en nombre de los demás”, agrega Briceño.
Como sucede en la naturaleza, parte de la esencia de los ecosistemas de innovación es esa noción de trabajo colectivo que, desde distintos procesos, le apunta a un bien mayor. “El tamaño del problema es tan grande que necesita ser asumido desde una perspectiva de ecosistema, con la tarea de pensar cómo vamos a hacer ese trabajo, quién asume qué y cómo. Estos modelos están inventados para que reunamos las acciones y trabajemos en conjunto”, explica Rafael Vesga, docente de la Facultad de Administración en el Nodo de Innovación.
Más allá de si se ve el vaso medio lleno o medio vacío, una cosa parece segura: la creación conjunta e innovadora puede hacer frente a la emergencia actual. “La crisis es cambio y la innovación es un agente del cambio: lo produce y lo consolida. El mundo se ha transformado, no sabemos exactamente cómo porque solo vemos señales, pero es algo para siempre. La innovación trata de entender los nuevos problemas y atenderlos con nuevas soluciones, por lo que será la base para salir de esta situación”, asegura, desde España, Parada.
En ese sentido, el papel gubernamental en la innovación es crucial. “Los gobiernos tienen que concentrar esfuerzos muy grandes en mecanismos que jalen la economía y que aceleren la transformación digital”, dice Vesga.
Según los expertos, esto implica reforzar el pensamiento disruptivo principalmente en sectores como la salud, la agricultura, la construcción y la manufactura. “Las industrias más afectadas por la crisis serán las que más apuesten por la innovación”, sentencia Parada, haciendo alusión a una esfera que acoge al turismo, la hospitalidad y el entretenimiento.
Materializar innovaciones exitosas en tiempos de crisis también exige tener afinado el termómetro social, para entender cambios comportamentales que puedan ser fuente de nuevas tendencias, incluidas las de consumo. “Mi recomendación a empresarios y emprendedores es que sean curiosos, que observen las señales del día a día para formar patrones y que no se desilusionen ante el fracaso porque el fracaso y el error son naturales”, concluye Parada.
Categoría: Tendencias Inspiración